martes, 11 de marzo de 2008
– La resurrección de los muertos
– La resurrección de los muertos
I – La resurrección de los muertos por REV.Pe. Juan Cla Dias superior general de Heraldos del Evangelio
Afirma el Apóstol que Jesús resucitó “como primicias de los que durmieron” (1 Cor 15,20). San Pablo no pierde la ocasión de acentuar la importancia de la resurrección final a fin de animar a los corintios que había bautizado para que siguieran firmes en la fe, así como también en el trabajo apostólico. Según él, sin esa fe, la tendencia sería la de adoptar un sistema de vida epicúreo, relativista y libertino, de acuerdo a la expresión de Isaías: “¡Comamos y bebamos, que mañana moriremos!” (22,13).
En el capítulo 15 de su Primera Carta a los Corintios, después de calificar como “necio” al que se detiene frente al problema de cómo y en qué condiciones resucitan los muertos, trata de aclarar en forma muy sencilla y accesible la revelación sobre la identidad sustancial de los cuerpos en esta vida terrena y los recobrados después del Juicio Final, a pesar de las enormes diferencias de propiedad y aspecto entre el muerto y el resucitado.
La comparación la toma de la naturaleza vegetal. De ésta, Pablo hace una aproximación entre la muerte del grano al ser sembrado, su posterior germinación y fructificación, con nuestro regreso a la vida en el día del Juicio. “Así también la resurrección de los muertos: se siembra en corrupción, y se resucita en incorrupción; se siembra en vileza, y se resucita en gloria; se siembra en debilidad, y se resucita en fortaleza; se siembra un cuerpo natural, resucita un cuerpo espiritual” (1 Cor 15, 42-44).
Nuestro cuerpo comparte los
premios y castigos del alma
Más de un milenio después de esta proclamación de Pablo, el Doctor Angélico nos dejaría una rica y profunda doctrina sobre la esencia de tal revelación. Siempre teniendo en cuenta que el alma está unida al cuerpo como forma y materia, y “como el alma es específicamente la misma, parece que debe tener también la misma materia específica. Luego, será el mismo cuerpo antes y después de la resurrección. Así pues, será menester que esté compuesto de carne y huesos, y de otras partes de la misma clase” 1.
Nuestro cuerpo resucitará porque Dios lo quiso y lo determinó así, como también por el hecho de ser parte integrante de nosotros mismos, merecedor de los premios o los castigos que quepan a nuestra alma en la medida en que haya participado en los méritos o las iniquidades de la misma. Por eso, “entre buenos y malos permanecerá una diferencia fundada en lo que pertenece personalmente a cada uno […] y como el alma merece, por sus actos personales, ser elevada a la gloria de la visión de Dios o excluida por la culpa de la ordenación a dicha gloria, se sigue en consecuencia que todo cuerpo se conformará según la dignidad del alma” 2.
Los cuerpos de los justos
se revestirán de gloria
La muerte no es sino un sueño prolongado (cf. Jn 11,11) y los cementerios, vastos dormitorios. Los que reposan en el polvo de la tierra despertarán, unos para la felicidad eterna, otros para las tinieblas y el castigo también eternos (cf. Dan 12,2). Los buenos, tan pronto como despierten, tendrán sus cuerpos en claridad. “Por la claridad del alma elevada a la visión de Dios, el cuerpo, unido al alma, obtendrá algo más, pues estará totalmente sujeto a ella por el efecto de la virtud divina, no sólo en cuanto a ser, sino además en cuanto a actos y pasiones, movimientos y cualidades corporales. Por consiguiente, así como el alma se llenará de cierta claridad espiritual al gozar de la visión beatífica, también, por cierta redundancia de la misma en el cuerpo, este último se revestirá a su manera de la claridad de la gloria” 3.
Además, los cuerpos de los buenos, en el instante de la resurrección, gozarán de agilidad. “El alma, que unida a su fin último gozará de la visión divina, experimentará el cumplimiento total de su deseo en todo. Y tal como el cuerpo se mueve según el deseo del alma, resultará que el cuerpo obedecerá absolutamente la indicación del espíritu. Por eso los cuerpos que tendrán los bienaventurados resucitados serán ágiles. Y eso es lo que dice el Apóstol en el mismo lugar (1 Cor 15,43): Sembrado en flaqueza, resucita en fortaleza. Porque la flaqueza corporal que experimentamos viene de que el cuerpo se siente incapaz de responder a los deseos del alma en los actos y movimientos que le impone; flaqueza que entonces desaparecerá totalmente, por la virtud que desborda en el cuerpo al estar el alma unida a Dios. Por eso, en la Sabiduría (3,7) se dice también de los justos que correrán como chispas en la paja, no porque tengan que moverse necesariamente, puesto que al tener a Dios no necesitan nada, sino para demostrar su poder” 4.
El cuerpo glorioso se levantará espiritualizado desde el polvo de la tierra, dotado de sutileza. “El alma que goza de Dios se unirá con Él perfectísimamente y será partícipe de su Bondad en sumo grado, de acuerdo a su propia medida; y de igual modo el cuerpo, que se someterá perfectamente al alma” 5.
La impasibilidad de los cuerpos gloriosos no permitirá la existencia de ningún defecto, dolor o mal. “El alma que goza de Dios lo tendrá todo en orden a la remoción de todo mal, no solamente actual, sino incluso el mal posible. Del actual, porque en ambos no habrá corrupción, deformidad ni defecto alguno. Del posible, porque no podrán sufrir nada que los perturbe, y por eso serán impasibles. Pero esta impasibilidad no hará exclusión de las pasiones esencialmente sensibles, porque usarán los sentidos para gozar lo que no repugna al estado de incorrupción” 6
Resurrección de los condenados
Los malos también resucitarán íntegros. “Las almas de los condenados poseen efectivamente una naturaleza buena, que fue creada por Dios; pero tendrán la voluntad desordenada y apartada de su fin propio. Por tanto, sus cuerpos, en lo que se refiere a la naturaleza, estarán reparados e íntegros, puesto que resucitarán en la edad perfecta, con todos sus miembros y sin ningún defecto ni corrupción que hubiera acarreado un fallo de la naturaleza o enfermedad” 7.
Las almas de los malos, cuando resuciten sus cuerpos, quedarán sujetas a éstos. A diferencia de la situación de los bienaventurados, ellas serán carnales y no espirituales. “Como su alma estará separada voluntariamente de Dios y privada de su propio fin, sus cuerpos no serán espirituales, sino que su alma será carnal por el afecto” 8.
No experimentarán ni remotamente la agilidad de los cuerpos gloriosos. Por el contrario, de cierto modo estarán sujetos a la ley de gravedad. “Tales cuerpos no serán ágiles ni obedientes al alma sin dificultad, sino que graves y pesados, en cierto modo insoportables para el alma, tales como son las mismas almas que se apartaron de Dios por desobediencia” 9.
Estarán todavía más sujetos al dolor y el sufrimiento que nosotros en esta vida terrena, pero sin corromperse nunca en nada, además que las respectivas almas serán “atormentadas por la privación total del deseo natural de la bienaventuranza” 10.
Y por el hecho de que sus almas estarán excluidas de la luz del conocimiento divino, estos cuerpos serán “opacos y tenebrosos” 11.
La muerte triunfará sobre estos desdichados. Resucitarán para ser arrojados en la muerte eterna. No se aplicarán en ellos las palabras de Isaías (25,8) y de Oseas (13,14) citadas por el Apóstol: “La muerte ha sido devorada en la victoria. ¿Dónde está, oh muerte, tu victoria? ¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón?” (1 Cor 15,55).
II – La trampa de
los saduceos
Nuestra fe católica nos hace esperar con fortalecida esperanza esta maravillosa realidad, revelada por Cristo Jesús y explicitada por la Iglesia infalible. Pero esta doctrina no era conocida así en la Antigüedad; la ignoraban sobre todo los paganos y muy especialmente ciertas corrientes filosóficas de Grecia. No es difícil comprender la razón por la cual se habían creado obstáculos contra la posibilidad de que hubiera resurrección.
Ante todo debemos considerar la constatación histórica, en la vida diaria, acerca de los muertos: ¿cuáles de ellos regresan a la vida? Si vamos más al fondo del problema, encontramos la lucha entablada en el interior de cada hombre entre sus malas inclinaciones y su conciencia. Dado que la criatura humana es un monolito de lógica, si admite la resurrección de los cuerpos como premio o castigo eternos en proporción a los méritos o culpas, se verá en la obligación de cumplir las leyes morales contra su propia concupiscencia. Una batalla que, sin la gracia de Dios, siempre termina mal. Pues bien, éste fue justamente el resultado que obtuvieron los pueblos de la Antigüedad, habiendo llegado algunos filósofos a defender la tesis de la materialidad del alma y su muerte concomitante a la del cuerpo.
Origen del partido de los saduceos
Bajo el imperio de Alejandro Magno (356-322 a.C.) hubo un enorme empeño por helenizar y colonizar el territorio perteneciente a los hebreos. La clase más acaudalada del pueblo elegido fue la más afectada por la influencia extranjera, y poco a poco se transformó en una especie de aristocracia sacerdotal, dando origen al partido de los saduceos.
Los miembros de este partido, exactos cumplidores de las formalidades de la Ley, en realidad eran incrédulos y relativistas en materia moral. Reducían al mínimo las exigencias dogmáticas y no temían profesar errores crasos inspirados por el mundo pagano. Por ejemplo, llegaban a oponerse a la existencia de los ángeles, y, peor aún, no aceptaban siquiera la existencia de las almas separadas de los cuerpos. Negaban incluso la providencia de Dios, como también su acción sobre los acontecimientos. Eran ateos prácticos y a pesar de revestirse con las ceremonias del culto de la religión judaica, no pasaban de ser unos semipaganos. No es difícil concebirlo, ya que hoy en día tropezamos no pocas veces con personas de la misma mentalidad y hundidas en las mismas convicciones.
A pesar de que los saduceos eran un número proporcionalmente muy reducido, la pésima influencia que ejercían sobre el pueblo era muy considerable debido a su situación social. Su nombre se origina de la palabra hebrea .adiq (), o sea, justo. Tal vez ellos mismos, por arrogancia, eligieron ese nombre, o se los dieron otros en son de burla.
Los saduceos formaban una fuerte corriente opuesta a los fariseos. Los dos partidos componían el cuadro político, social y religioso en vigor durante la vida pública del Divino Maestro. A pesar del carácter enteramente pacífico, ordenado y en extremo caritativo de la acción de Jesús, estas corrientes – agreguemos además el sanedrín, los escribas y los herodianos – se alternaban encarnizadamente para tenderle alguna trampa de la cual pudiera sobrevenir su prisión y sentencia de muerte. Aquí tenemos el turno de los saduceos con su mofa llena de escepticismo.
La objeción de los saduceos
Se le acercaron algunos de los saduceos, que niegan la resurrección, y le preguntaron: «Maestro, Moisés nos dejó escrito que si el hermano de uno muere dejando mujer, y éste no tiene hijos, su hermano la tomará por mujer y dará descendencia al hermano. Eran, pues, siete hermanos; habiendo tomado mujer el primero, murió sin hijos; y la tomó el segundo, luego el tercero; del mismo modo los siete murieron también sin dejar hijos. Finalmente, también murió la mujer. Ahora bien, ¿de cuál de ellos será esposa en la resurrección? Porque los siete la tuvieron por mujer.»
Sobre estos versículos afirma Fillion: “La cita de los saduceos era exacta en cuanto al sentido. Esta prescripción, que no era particular a los judíos, puesto que también se la encuentra en varios pueblos antiguos como los egipcios, los persas y los hindúes, y todavía hoy entre los circasianos, es conocida bajo el nombre de Ley del Levirato, una ley que regula el matrimonio entre cuñados y cuñadas. Su objetivo era conservar la rama primogénita de cada familia e impedir la excesiva transmisión de los bienes a otro. No estaba limitada a los hermanos del marido muerto sin hijos, sino que también se extendía a los parientes cercanos, como sabemos por el libro de Rut (3, 9-13). No era estrictamente obligatoria, pero el que se negara a cumplirla tenía que someterse a una ceremonia humillante (Dt 25, 7- 10; Rut 4, 1-11). Pese a que en tiempos de Nuestros Señor ya había caído en un descrédito que iría aumentando con los años, seguía vigente en Palestina. […]
“Esta breve narración, vivaz y rápida, es un modelo de casuística refinada. Sus autores daban por hecho que la cuestión recién propuesta a Jesús lo pondría seguramente en un granaprieto. ¿Cómo podrá responder esta deductio in absurdum? ¿No parece haber herido de muerte el dogma de la resurrección de los cuerpos, probando que origina dificultades insolubles? Aunque no hubieran sido más que dos matrimonios, la cuestión se plantearía del mismo modo (en aras de la verdad, algunos rabinos la propusieron y la habían resuelto diciendo que en tal caso la mujer, en la otra vida, le pertenecería al primero de los dos maridos. Zohar Gen. 24, 96); pero al multiplicarlos de esta manera, los saduceos logran resaltar más la objeción” 12.
No obstante, podríamos asegurar con certeza que una inteligencia superficial e inconsistente se evidencia al juzgar los acontecimientos y al propio ser humano a partir de las simples apariencias visibles, sin elevarse nunca a lo invisible. Para esta clase de gente, Dios es como un semejante y la eternidad, si acaso existe, no más que una prolongación del mundo actual. No podría esperarse otro tipo de objeción de un libertino para justificar su relativismo.
Es increíble la semejanza del discurso de los saduceos con el razonamiento de ciertos filósofos actuales y de otros tiempos. Las oposiciones al dogma de la resurrección que han surgido a lo largo de la Historia son tan numerosas, que si fuéramos acatalogarlas todas, la colección sería interminable.
Respuesta del Divino Maestro
Jesús les dijo: «Los hijos de este mundo toman mujer o marido; pero los que alcancen a ser dignos de tener parte en aquel mundo y en la resurrección de entre los muertos, ni ellos tomarán mujer ni ellas marido, ni pueden ya morir, porque son como ángeles, y son hijos de Dios, siendo hijos de la resurrección.»
En nuestra vida terrenal, debido a la mortalidad, la existencia de la sucesión es indispensable para la perpetuación de la humanidad, a raíz de lo cual el matrimonio será una exigencia hasta que se complete el número de los elegidos.
Ahora bien, la eternidad, como excelente imagen de Dios, no admitirá la muerte, y los bienaventurados vivirán exclusivamente en las leyes del Espíritu, en el conocimiento y el amor de Dios, viéndolo cara a cara. Los corazones y las inteligencias estarán unidos en las castas delicias de la caridad perfecta, sin ninguna necesidad del matrimonio. “Porque los casamientos se hacen para tener hijos; los hijos vienen por la sucesión, y la sucesión por la muerte; por tanto, donde no hay muerte no hay casamientos” 13.
No está de más insistir en que nos equivocaríamos creyendo que la resurrección es un acontecimiento exclusivo de los cuerpos de los justos. No se debe creer “que únicamente resucitarán los que son dignos, o los que no se casen, sino que también resucitarán todos los pecadores, y no se casarán en la otra vida. Además, el Señor, para estimular nuestras almas a que busquen la resurrección gloriosa, no quiso hablar más que de los elegidos” 14.
Después de la resurrección los cuerpos de los elegidos serán “angelizados”, sin sujetarse ya a las leyes de la materia ni de la animalidad, como dijimos antes. Así queda patente cuánto debemos evitar el pecado, “pues, si vivís según la carne, moriréis [la muerte eterna de resucitar para ser arrojado al infierno en cuerpo y alma]. Pero si con el Espíritu hacéis morir las obras del cuerpo, viviréis” (Rom 8,13).
Dios no ha creado nuestros cuerpos directamente, como hace con las almas. En este sentido somos hijos de los hombres, expuestos a todas las fragilidades inherentes a nuestra naturaleza hasta la muerte. Como “hijos de la resurrección”, seremos hijos de la omnipotencia divina, la cual restaurará nuestros cuerpos de forma inmediata, sin siquiera el concurso de nuestros padres terrenos.
Ahí tenemos lo equivocados que estaban los saduceos con sus falsos e infundados argumentos. Cuando el hombre se aleja de Dios y de su Revelación, siempre crea sistemas de pensamiento obscuros, estrechos y obtusos.
La inmortalidad del alma
«Y que los muertos resucitan lo ha indicado también Moisés en el pasaje de la zarza, cuando llama al Señor el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob. No es un Dios de muertos, sino de vivos, porque para él todos viven».
En estos versículos el Divino Maestro defiende claramente la inmortalidad del alma, después de haber revelado la resurrección de los muertos. Las Escrituras ofrecen otros pasajes todavía más explícitos sobre la resurrección (Dan 12,2; Is 26,19) que Cristo podría haber enunciado, pero empleó el ejemplo de la vida de Moisés para refutar la cita al Levirato (Dt 25,5-6) hecha por los mismos saduceos.
Si el hombre, al morir, se precipitara en el vacío, aniquilándose su ser, todas las promesas de la Escritura también caerían en el vacío. Dios no reduce jamás a la nada a sus criaturas. Las formas pueden ser mudables, pero las substancias permanecen. Nuestros cuerpos no son como envoltorios de nuestras almas. Éstas pueden desprenderse de ellos, dejando de emitir a nuestros sentidos las manifestaciones de su existencia, pero seguirán viviendo en la venganza o en el amor de Dios, en las tinieblas o la Luz eternas.
“Si Dios se define como ‘Dios de Abrahán, Dios de Isaac, Dios de Jacob’ y es un Dios de vivos, no de muertos, entonces quiere decir que Abrahán, Isaac y Jacob viven en alguna parte; si bien, en el momento en que Dios habla a Moisés, ellos ya hayan desaparecido hace siglos. Si existe Dios, existe también la vida en la ultratumba. Una cosa no puede estar sin la otra. Sería absurdo llamar a Dios ‘el Dios de los vivientes’, si al final se encontrase para reinar sobre un inmenso cementerio de muertos. No entiendo a las personas (parece que las hay) que dicen creer en Dios, pero no en una vida ultraterrena.
“No es necesario, sin embargo, pensar que la vida más allá de la muerte comience sólo con la resurrección final. Aquello será el momento en que Dios, también, volverá a dar vida a nuestros cuerpos mortales” 15.
III – Conclusión
Hoy en día el mundo vive frustradamente en busca de placeres nuevos, a fin de saciar la sed de infinito que arde en la médula del alma humana. Si los hombres pudieran oír un acorde de esa música celestial que arrebató en éxtasis a san Francisco, o contemplar por un momento fugaz el rostro de Dios, algo que llevó a san Silvano a sentir repugnancia frente al rostro de los hombres, comprenderían que las delicias del Cielo son purísimas, eternas y opuestas a las de la Tierra.
Séneca, comentando el suicidio de Catón, concretado con el auxilio de un puñal, para huir de las consideraciones de una Roma que había perdido la libertad, afirma que el principal motivo de su muerte se centraba en la doctrina elaborada por Platón en su obra Fedón, en la que explana largamente la inmortalidad del alma. Séneca, en su genialidad, resume el acto en esta frase: “Ferrum fecit ut mori posset, Plato ut vellet”: El hierro (el cuchillo) hizo que pudiera morir; Platón, que lo quisiera.
Si los mismos paganos, cuando eran fieles a la razón, llegaban a estas conclusiones, ¿por qué los bautizados habremos de seguir los errores de los saduceos?
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1 Suma contra los Gentiles 4, 84.
2 Idem, ibidem, 4, 86.
3 Idem, ibidem.
4 Idem, ibidem.
5 Idem, ibidem.
6 Idem, ibidem.
7 Suma contra los Gentiles 4, 89.
8 Idem, ibidem.
9 Idem, ibidem.
10 Idem, ibidem.
11 Idem, ibidem.
12 L.-Cl., FILLION. Vida de Nuestro Señor Jesucristo, Madrid: Editorial Voluntad, 1927. T. IV, p. 95-96.
13 SAN AGUSTÍN, apud Sto. Tomás de Aquino, Catena Aurea.
14 BEDA apud ibidem.
15 CANTALAMESSA, Raniero. Echad las Redes. Ciclo C. EDICEPI C.B., 2001, p. 346.
(Transcrito de la Revista “Heraldos del Evangelio - Salvadme Reina” Nº 52 - Noviembre 2007)
domingo, 9 de marzo de 2008
Palabras Pe. João Clá Dias
Parabéns Pe. João Clá Dias.
Inicialmente, parabéns pela data. Afinal, hoje os Arautos do Evangelho completam sete anos de Aprovação Pontifícia. Recordo-me, com o coração sob forte emoção, que foi no dia da Cátedra de Pedro , 22 de fevereiro de 2001, que os Arautos do Evangelho, hoje sob o seu comando e orientação, galgaram o degrau tão almejado e importante. Na sede do Pontifício Conselho para os Leigos (Pontificium Consilium pro Laicis), no Vaticano, em cerimônia presidida pelo Cardeal James Francis Stafford, Presidente do Pontifício Conselho para os Leigos, em companhia de D. Stanislaw Rylko, Secretário, do Prof. Guzmán Carriquiry, Subsecretário, do Pe. Miguel Delgado e da Dra. Lucienne Salle, foi recebido o decreto que erigia a entidade em "Associação Internacional de Fiéis de Direito Pontifício".
Recordo-me ainda que, ao final da cerimônia, o então Conselheiro Geral dos Arautos do Evangelho, Sr. João S. Clá Dias fez uma saudação ao Cardeal Stafford pelo aniversário de sua sagração episcopal, a qual, como sinal da Providência, ocorria nessa data, e ofereceu-lhe um busto da imagem de Nossa Senhora de Fátima.
Parabéns Pe. João Clá Dias,
Poucos dias depois, mais precisamente na manhã do dia 28 do mesmo mês, ainda em Roma, no Auditório do Vaticano , houve um momento que ficará gravado para sempre nas almas dos mais de mil Arautos do Evangelho que lá se encontravam reunidos. Foi quando puderam ouvir dos lábios do próprio sucessor de Pedro, o amado e saudoso Papa João Paulo II - que se expressou em português, a seguinte saudação:
“Saúdo ....de modo especial o numeroso grupo da Associação Internacional de Fiéis de Direito Pontifício, Arautos do Evangelho, para que sendo fiéis à Igreja, ao seu Magistério, permaneçam unidos aos seus pastores e anunciem corajosamente, pelo mundo inteiro, a Cristo Nosso Senhor”.
Naquele instante precioso e histórico, Pe.João Clá, ocorreu algo que emocionou a todos os presentes: os mais de mil Arautos do Evangelho ali reunidos entoaram, em singela homenagem a S.S.João Paulo II, o “Hino Pontifício”.
Fato marcante e inolvidável.
S. Santidade continuou:
“Sede mensageiros do Evangelho pela intercessão do Coração Imaculado de Maria. A todos faço votos de que a quaresma seja portadora de um espírito novo diante de Deus”.
“A minha bênção apostólica”.
“Louvado seja Nosso Senhor Jesus Cristo”.
No final da audiência pública, o Papa João Paulo II recebeu os cumprimentos do Conselheiro Geral e do Representante Geral em Roma da recém-aprovada Associação de Direito Pontifício, João Scognamiglio Clá Dias
Parabéns Pe. João Clá Dias,
por serem estas datas, por nós acima narradas, apenas o início de uma longa, gloriosa e abençoada jornada que encontrará seu auge quando for cumprida a promessa de Nossa Senhora em Fátima:
“Por fim Meu Imaculado Coração Triunfará”.
Parabéns Pe. João Clá Dias,
comandante do Exercito de Nossa Senhora e Guerreiro da Igreja Católica Apostólica Romana
Parabéns Pe. João Clá Dias
Texto tomado do blog A FAMÍLIA CATÓLICA
http://afamiliacatolica.blogspot.com/
O CARISMA DOS ARAUTOS DO EVANGELHO ENCONTRA A MELHOR SOLUÇÃO
O CARISMA DOS ARAUTOS DO EVANGELHO ENCONTRA A MELHOR SOLUÇÃO
Grupo de Produção e Imagens de Alta Definição da Associação Arautos do Evangelho.
- Com a coordenação do Sr.Roberto Ryo Sato, Sr.Santiago Canals, Irmão José Emanuel L.Reis e Irmão Gladson Nunes, foram os responsáveis por um feito inédito na América Latina: a integração da câmera Sony XD-CAM EX- PMW-EX1 com Sistema Canopus no mesmo dia que a Thomson-GrassValley disponibilizou a versão EDIUS 4.6 com várias implementações, inclusive para a nova Câmera XDCAM-EX da Sony, os Arautos do Evangelho realizaram a primeira captação, edição e autoração FULL HD utilizando câmeras Sony PMW-EX1 e a Workstation REXEED Q6850X – um novíssimo workstation da Canopus equipado com CPU Intel Core2 Extreme com 4 Núcleos de 8MB de cache.
Segundo o Sr. Santiago Canals um dos coordenadores do projeto, "O carisma dos Arautos do Evangelho é procurar a beleza em todas as coisas. Assim, queremos a qualidade mais perfeita de imagem para poder transmitir a nossa mensagem de forma límpida e com qualidade. Estamos muito satisfeitos.”
Segundo Irmão Emanuel responsável pela área técnica o XD-CAM EX combinado com o REXEED Q6850 fornece uma qualidade fora de série, em resolução nativa 1920 x 1080 – um passo adiante do formato HDV ou outros.
A CANOPUS do Brasil se orgulha deste feito ter sido realizado no Brasil, antes de qualquer outra iniciativa na América Latina, e convida a todos os interessados a conhecerem as suas soluções para o formato Sony XDCAM EX.
“Este paso dado en esta institución exige santidad”
“Este paso dado en esta institución exige santidad”
Excelencia Reverendísima, D. Lucio Renna, nuestro padre y nuestro obispo; Excelencias Reverendísimas aquí presentes, que tanto nos honran, a cada uno.
Excelencia, tengo una palabra de gratitud que decir, especialmente a D. Emilio Pignoli que plantó esta semilla, recogió esta semilla, y que hoy colecta los frutos aquí entre nosotros; y todos los otros, uno a uno, que han ido acompañándonos: D. Gil, con qué paternidad, cuánto apoyo; D. Beni, D. Mahfouz, D. Fernando Legal, D. Claudio, que aquí estuvo; mis hermanos todos, hoy hermanos no sólo por el bautismo, sino también por la unción sacerdotal; a las autoridades aquí presentes, especialmente quien representa al señor gobernador del Estado, nuestro queridísimo Prof. Claudio Lembo, nuestro diputado estatal, católico, apostólico, romano, José Stangarlini, todas las otras autoridades aquí presentes que tanto nos honran.
Mis hermanos, mis hermanas: unas palabras muy cortas, porque la ceremonia fue realizada en el tiempo, aunque con aires de eternidad. Aires de eternidad no porque fue larga, sino aires de eternidad porque la eternidad estuvo presente. Presente estaba Nuestro Señor Jesucristo, presente estaba Nuestra Señora, presentes estaban los Ángeles... Ceremonia que nos recuerda la promesa de Nuestro Señor Jesucristo de que la Iglesia é inmortal: "Pedro tú eres piedra y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia; y las puertas del Infierno no prevalecerán contra Ella". Presencia de Nuestro Señor Jesucristo...
Presencia de Nuestro Señor Jesucristo que se hace, evidentemente, a través del Santísimo Sacramento del altar, de la Eucaristía; presencia de Nuestro Señor Jesucristo que se verifica también por el estado de gracia. Todos los que están en estado de gracia tienen a Dios consigo; están en la presencia de Dios y tienen a Dios presente en sí.
Dios Nuestro Señor Jesucristo presente aquí, está evidentemente por la Tradición y por la continuidad apostólica en la persona de los señores obispos y en las personas de los sacerdotes. Nuestro Señor Jesucristo que en determinado momento, en las bodas de Caná, hizo que el agua se transformase en vino y que cuando un público, un pueblo, una multitud estaba hambrienta, Él multiplicaba los panes y peces, Él bien podría haber hecho un milagro mediante el cual el pan nunca se acabase e que no precisásemos, nosotros, renovar el Santo Sacrificio del Calvario, y que tuviésemos siempre el pan presente entre nosotros. Pero Él no quiso eso. Él quiso que ese sacrificio fuese renovado todos los días hasta la consumación de los siglos, pues Él había dicho: "Estaré con vosotros hasta la consumación de los siglos". Y Él quiso que esa presencia fuera a través de los ministros, de sus ministros, de sus sacerdotes. Cuando el sacerdote pronuncia las palabras de la consagración, la voz es su voz, pero no es él quien opera este milagro: quien opera este milagro es Nuestro Señor Jesucristo, por la voz del sacerdote.
Él, Nuestro Señor, es quien opera la transubstanciación, y la promesa "estaré con vosotros hasta la consumación de los siglos" se evidencia de una forma extraordinaria con la presencia del sacerdote ante el altar. Por eso recibimos aquí el cáliz y la patena -que son los instrumentos del sacerdote- y ahí está la inmortalidad de la Iglesia, ahí está la presencia permanente de Nuestro Señor Jesucristo, ahí está también junto a nosotros, desde el fondo de nuestros corazones, la gratitud antes que nada, por nuestro padre y señor Obispo, por los obispos a los cuales serviremos con toda fidelidad, con toda sumisión, en las diócesis en las que estemos; nuestros hermanos con los que trabajaremos y también sirviendo a los que son párrocos aquí, allá y acullá; nuestra gratitud a las autoridades, nuestra gratitud a todos nuestros hermanos y hermanas que aquí han estado presente.
Recen por nosotros durante las celebraciones eucarísticas, durante la recitación del Oficio Divino, durante las oraciones diarias; recen por nosotros, porque este paso dado en esta institución exige santidad. No es posible que se dé este paso sin que queramos abrazar con entusiasmo la santidad. Ahora bien, la santidad es un don de Dios mas que un esfuerzo humano, y para eso, es necesario mucha gracia. Recen por nosotros.
Pero desde ya, no sólo agradecemos la presencia de todos, el apoyo de todos, sino que desde ya agradecemos todas las oraciones que por nosotros realizarán. Muchísimas gracias.
sábado, 8 de marzo de 2008
El P. Juan Clá ha tenido la gracia de recibir la bendición de Benedicto XVI
El P. Juan Clá ha tenido la gracia de recibir la bendición de Benedicto XVI
El padre Juan Scognamiglio Clá Díaz, presidente general de los Heraldos del Evangelio, Asociación Internacional de Derecho Pontificio, tuvo la gracia de saludar a Su Santidad Benedicto XVI, en la Audiencia General del día 25 de abril de 2007.
viernes, 7 de marzo de 2008
La devoción de los Cinco Primeros Sábados
La devoción de los Cinco Primeros Sábados
Cómo practicarla
« Dios quiere establecer en el mundo
la devoción a mi Inmaculado Corazón »
En la Catedral de la Sé, Sao Paulo, Brasil
En su tercera aparición en Fátima el 13 de julio de 1917, la Santísima Virgen anunciaba que vendría una vez más a pedir la Comunión Reparadora de los Primeros Sábados.
Años más tarde, cuando Lucía ya se encontraba en la Casa de las Religiosas Doroteas, en Pontevedra (España), Nuestra Señora la visitaba nuevamente y también a su lado, sobre una nube luminosa, estaba el Niño Jesús:
« Mira, hija mía, mi Corazón rodeado de espinas que los hombres ingratos, en cada momento, me clavan con blasfemias e ingratitudes. Tú, al menos, procura consolarme y di que a todos aquéllos que :
• durante 5 meses - en el primer sábado -
• se confiesen,
• reciban la Sagrada Comunión,
• recen el Rosario y
• me hagan 15 minutos de compañía meditando sobre
los Misterios del Rosario, con el fin de desagraviarme,
Yo prometo asistirlos en la hora de la muerte con todas las gracias necesarias para su salvación. »
Sobre la Confesión
El 15 de febrero de 1926, se le aparece el Niño Jesús y le pregunta si había propagado la devoción a su Santísima Madre.
Le preguntó Lucía si valía la confesión dentro de los ocho días anteriores al sábado, a lo cual respondió Jesús: «Sí, puede ser de muchos más días, con tal que, cuando me reciban, estén en gracia y tengan la intención de desagraviar el Inmaculado Corazón de María».
También le preguntó Lucía qué ocurría si alguien se olvidaba de poner la intención. Jesús respondió: «Pueden ponerla en la confesión siguiente, aprovechando la primera ocasión que tengan para confesarse».
El 13 de septiembre de 1939 el obispo de Leiría concedía la aprobación oficial de esta devoción
¿Por qué 5 sábados?
Después de que Lucía pasara unos momentos en oración, Nuestro Señor le revelaba la causa de ser 5 los sábados de reparación:
« Hija mía, la razón es sencilla: se trata de 5 clases de ofensas y blasfemias proferidas contra el Inmaculado Corazón de María :
1ª - Blasfemias contra su Inmaculada Concepción.
2ª - Contra su virginidad,
3ª - Contra su Maternidad Divina, rehusando al mismo tiempo recibirla como Madre de los hombres.
4ª - Contra los que procuran públicamente infundir en los corazones de los niños, la indiferencia, el desprecio y hasta el odio hacia la Madre Inmaculada.
5ª - Contra los que la ultrajan directamente en sus sagradas imágenes.
¿Quiere participar junto con los Heraldos del Evangelio en esta devota práctica?
Todos los actos religiosos que organizan los Heraldos se caracterizan por la solemnidad, piedad y belleza que les es propia. Y esta devoción no podía ser menos. Usted también puede unirse a ellos en alguno de los lugares que señalamos a continuación.
Audiencia Publica
Mañana del 28 de febrero de 2001, en Roma. Momento que quedará grabado para siempre en las almas de los más de mil Heraldos del Evangelio y miembros de la Asociación Cultural Nuestra Señora de Fátima que se encontraban en ese momento en el Vaticano, y que pudieron oír de los propios labios del sucesor de Pedro —que se expresó en lengua portuguesa— estas palabras de estímulo:
Saludo... de una manera especial al numeroso grupo de la Asociación internacional de fieles de derecho pontificio ‘Heraldos del Evangelio' para que, siendo fieles a la Iglesia y a su Magisterio, permanezcan unidos a sus Pastores y anuncien valientemente, por el mundo entero a Cristo Nuestro Señor.
Sed mensajeros del Evangelio por la intercesión del Corazón Inmaculado de María. A todos hago votos de que la Cuaresma sea portadora de un ‘espíritu nuevo' delante de Dios.
Con mi Bendición apostólica.
Alabado sea Jesucristo.
Al final de la audiencia pública, el Papa Juan Pablo II recibió los saludos del Consejero General y del Representante General en Roma de la recién aprobada Asociación de Derecho Pontificio, Juan Scognamiglio Clá Dias y José Francisco Hernández Medina.
A continuación, su Santidad coronó una hermosa imagen de la Virgen de Fátima y bendijo el oratorio que se usará en peregrinaciones por hogares del mundo entero, bajo los auspicios del Apostolado del Oratorio "María, Reina del Tercer Milenio".
En esta oportunidad le fueron entregados al Papa varios regalos, entre ellos los emblemas de los Heraldos del Evangelio, el de Los Caballeros del Nuevo Milenio y el de la Asociación Cultural Nuestra Señora de Fátima.
Vda Fraterna
Aunque no profesan votos y se mantienen en el estado laico, los Heraldos del Evangelio procuran practicar en toda su pureza fascinante los consejos evangélicos.
Guardan el celibato y viven normalmente en comunidades (masculinas o femeninas), en un ambiente de caridad fraterna y disciplina. En sus casas se fomenta una intensa vida de oración y estudio, siguiendo la sabia directriz del Papa Juan Pablo II: "La formación de los fieles laicos tiene como objetivo fundamental el descubrimiento cada vez más claro de la propia vocación y la disponibilidad siempre mayor para vivirla en el cumplimiento de la propia misión" (Christifidelis Laici, 58).
Esta vida comunitaria está disciplinada por un "Ordo de Costumbres", una compilación de reglas que con el paso del tiempo se ha ido estableciendo voluntariamente entre los Heraldos del Evangelio. Reglamenta, según el carisma de la institución, todos los actos de la vida cotidiana de sus miembros, desde el modo de proceder consigo mismo en la intimidad, pasando por las relaciones entre los hermanos, en público y, sobre todo, hasta en los actos más solemnes del día en que se reúnen para rezar, cantar el Oficio o participar en la Liturgia.
El Carisma
El carisma de los Heraldos del Evangelio se ve expresado en el sublime mandamiento de Jesucristo: "Sed pues vosotros perfectos, así como vuestro Padre celestial es perfecto. (Mt. 5, 48).
Para el Heraldo del Evangelio, este llamamiento a la perfección no debe quedarse restringido a sus actos interiores, sino que se debe exteriorizar en sus actividades, de manera que reflejen a Dios. Eso quiere decir que debe revestir de ceremonial sus acciones cotidianas, ya sea en la intimidad de su vida particular, ya sea en público, en la obra evangelizadora, en las relaciones con los hermanos, en la participación en la Liturgia, en las presentaciones musicales o teatrales, o en cualquier otra circunstancia.
Esta búsqueda de la perfección significa no sólo abrazar la verdad, practicar la virtud, sino hacerlo también con pulcritud, con belleza, que puede ser importante elemento de santificación. No sin razón nos recuerda el Santo Padre, en la Carta a los Artistas, la oportuna enseñanza del Concilio Vaticano II:
"Este mundo en que vivimos tiene necesidad de la belleza para no caer en la desesperanza. La belleza, como la verdad, pone alegría en el corazón de los hombres; es el fruto precioso que resiste a la usura del tiempo, que une a las generaciones y las hace comunicarse en la admiración ."
Espiritualidad
En los primeros artículos de sus Estatutos se encuentra trazada la vocación de los Heraldos del Evangelio: "La Asociación ha nacido con el propósito de ser instrumento de santidad en la Iglesia, ayudando a sus miembros para que respondan generosamente al llamamiento a la plenitud de la vida cristiana y a la perfección de la caridad, favoreciendo y alentando, con tal fin, la unidad más íntima entre la vida práctica y la fe de los mismos... Además, la Asociación tiene como fin que sus miembros participen activa, consciente y responsablemente en la misión salvífica de la Iglesia mediante el apostolado, al que están destinados por el Señor en virtud del bautismo y de la confirmación; actuando en favor de la evangelización, de la santificación y de la animación cristiana de las realidades temporales."
Existen dos dimensiones en la vocación de los Heraldos del Evangelio: una vertical, respecto a las relaciones con Dios; otra horizontal, la del compromiso con los hermanos que se traduce en un empeño evangelizador. Ésta última es la consecuencia de una unión con Cristo, como bien nos recuerda el Santo Padre en su luminosa Carta Apostólica Novo Millennio Ineunte: "Sin mí nada podéis hacer" (Jn. 15, 5).
La primera dimensión está expresada en el emblema de la Asociación: la Eucaristía, María y la Cátedra de Pedro. Son éstos los tres pilares de la espiritualidad del Heraldo del Evangelio.
Caracteristicas
“¡Nunca imaginé que en el mundo de hoy, existiese algo así!”
“A partir de la lectura del libro Fátima, Aurora del Tercer Milenio recibí una gran gracia interior. Encontré ánimo para enfrentar la vida.”
“El rosario está cambiando mi vida.”
“Sus palabras me ayudaron a volver con firmeza a la Iglesia Católica.”
“Estoy rezando el rosario todos los días, y he recibido muchas gracias. Nuestra familia frecuentaba un centro espiritista. Gracias a Dios ya no vamos más allí. Yo fui la primera en ser rescatada.”
Testimonios como éstos, frecuentes en cualquier género de actuación de los Heraldos del Evangelio, suscitan en la mente de muchos de los que tienen contacto con esta institución, numerosos interrogantes: "¿Qué es lo que hacéis para atraer a tantos jóvenes?" —preguntan algunos. Otros, más comprometidos en la vida eclesiástica, formulan la pregunta en términos diferentes: "¿Cuál es vuestro carisma?"
En el fondo de tales interrogantes se encuentra la constatación, más o menos consciente, de la desproporción que hay entre los reducidos medios de acción de los Heraldos del Evangelio y los copiosos frutos de evangelización obtenidos.
La respuesta a estas preguntas la encontramos fácilmente en las obras de S. Luis María Grignon de Monfort, cuya espiritualidad cristocéntrica con marcada nota mariana los Heraldos del Evangelio siguen, a ejemplo de S.S. Juan Pablo II.
"Cuando María echa sus raíces en un alma —afirma S. Luis de Monfort— maravillas de la gracia se producen. Cuando el Espíritu Santo, su Esposo, la encuentra en un alma, penetra en ella con toda su plenitud, comunicándosele abundantemente."
No es sin razón que el Santo Padre afirme que sea "María la estrella de la nueva evangelización".
Si los Heraldos del Evangelio conmueven a los fieles con su música, los llevan a la conversión interior mediante la palabra o acercan a la Iglesia con el ejemplo a los que andaban extraviados, es porque todas sus acciones se realizan "por María, con María, en María y para María, con el fin de hacerlas de manera más perfecta por Jesús, con Jesús, en Jesús y para Jesús", tal y como lo aconseja S. Luis de Monfort.
Éste es el secreto de su eficacia evangelizadora, el eje de su vida de piedad y el medio que el Espíritu Santo pone en su camino para alcanzar la perfección.
Origen de Los Heraldos del Evangelio
Origen
El actual estado de esta institución es el resultado de un largo caminar. Mirando atrás, retrocediendo a través de los años y las décadas, se puede constatar casi que paso a paso lo providencial de los caminos surcados. Sin que se diesen cuenta, era la mano de la Providencia la que los guiaba a lo largo de la trayectoria que culminó en la reciente aprobación pontificia.
Los designios de Dios son insondables. A unos los convierte de forma eficaz, con la rapidez del rayo, como a San Pablo. Para otros espera pacientemente largos años, dejándoles que caminen por las sendas sinuosas de la vida, para que en un momento dado les pueda hacer la irresistible invitación a la santidad. Así fue el caso de San Agustín.
También la Providencia tenía para los Heraldos del Evangelio misteriosos designios. Su origen se remonta a mediados del siglo pasado, cuando un grupo de jóvenes se reunía en São Paulo para admirar la armonía y cultivar la espiritualidad que se desprenden del canto gregoriano, en medio al estudio de la Doctrina Católica.
Ésas eran las vías por las cuales la Providencia les estaba invitando para que se entregaran enteramente al verdadero Autor de todas las pulcritudes. Al mismo tiempo, el Espíritu Santo suscitaba en sus almas la inquietud de formar una institución de cuño religioso con la finalidad de promover la santificación personal, utilizando la música y la cultura en general como medio de evangelización.
En determinado momento, la lectura del "Tratado de la verdadera devoción a la Santísima Virgen", de S. Luis María Grignon de Monfort, y la consagración a la Madre de Dios que hicieron todos, conferían un carácter acentuadamente mariano al grupo que poco a poco se iba formando y explicitando su propia fisonomía.
Por fin, surge la asociación privada de fieles Heraldos del Evangelio, cuyos estatutos fueron aprobados el 21 de septiembre de 1999 por Mons. Emilio Pignoli (en la foto), obispo de Campo Limpo, cuya diócesis abarca una considerable región de São Paulo. Fue el comienzo de una nueva etapa de intensificación de la comunión eclesial.
Los Heraldos del Evangelio, a partir de ese momento, pasaban a ser instrumentos vivos de la Sagrada Jerarquía al servicio de la Nueva Evangelización.
En los meses siguientes fueron erigidos canónicamente en 25 diócesis de diversos países de América y Europa. Se daban las condiciones para que fuera solicitado a la Santa Sede su reconocimiento como asociación privada internacional de fieles de derecho pontificio.
Dado el simbolismo que la fiesta de la Cátedra de San Pedro suponía (22 de febrero), fue ésta la fecha escogida para la firma del decreto de aprobación, puesto que la devoción al Papa es uno de los pilares de la espiritualidad de los Heraldos del Evangelio.
En el momento de su erección pontificia, ya estaban presentes en 29 países de las tres Américas, Europa, África y Asia, en lugares como la India, Sudáfrica, Monzambique, Filipinas o Japón.
Animados por las más de mil cartas de apoyo que les fueron enviadas por prelados, sacerdotes y religiosos del mundo entero, los Heraldos del Evangelio obtuvieron la aprobación de sus estatutos por parte de Mons. Emilio Pignoli.
LOS MILAGROS: UN LLAMADO A LA FE
LOS MILAGROS: UN LLAMADO A LA FE
Los "milagros y los signos" que Jesús realizaba para confirmar su misión mesiánica y la venida del reino de Dios, están ordenados y estrechamente ligados a la llamada a la fe. Esta llamada con relación al milagro tiene dos formas: la fe precede al milagro, más aún, es condición para que se realice; la fe constituye un efecto del milagro, bien porque el milagro mismo la provoca en el alma de quienes lo han recibido, bien porque han sido testigos de él (...)
Jesús subraya más de una vez que los milagros que El realiza están vinculados a la fe. "Tu fe te ha curado", dice a la mujer que padecía hemorragias desde hacia doce años y que, acercándose por detrás le había tocado el borde de su manto, quedando sana (cfr. Mt 9, 20-22; Lc 8, 48; Mc 5, 34). Palabras semejantes pronuncia Jesús mientras cura al ciego Bartimeo, que, a la salida de Jericó, pedía con insistencia su ayuda gritando: "¡Hijo de David, Jesús, ten piedad de mi!" (cfr. Mc 10, 46-52). Según Marcos: "Anda, tu fe te ha salvado" le responde Jesús. Y Lucas precisa la respuesta: "Ve, tu fe te ha hecho salvo" (Lc 18,42).
Una declaración idéntica hace al Samaritano curado de la lepra (Lc 17, 19). Mientras a los otros dos ciegos que invocan a volver a ver, Jesús les pregunta: "«¿Creéis que puedo yo hacer esto?». «Sí, Señor»... «Hágase en vosotros, según vuestra fe»" (Mt 9, 28-29).
La mujer cananea no cesaba de pedir a ayuda de Jesús para su hija "atormentada cruelmente por un demonio". Cuando se postró delante de Jesús para implorar su ayuda, El le respondió: "No es bueno tomar el pan de los hijos y arrojarlo a los perrillos." (Era una referencia a la diversidad étnica entre israelitas y Cananeos que Jesús, Hijo de David, no podía ignorar en su comportamiento práctico, pero a la que alude con finalidad metodológica para provocar la fe). Y he aquí que la mujer llega intuitivamente a un acto insólito de fe y de humildad. Y dice: "Cierto, Señor, pero también los perrillos comen de las migajas que caen de la mesa de sus señores". Ante esta respuesta tan humilde, elegante y confiada, Jesús replica: "¡Mujer, grande es tu fe! Hágase contigo como tú quieres" (cfr. Mt 15, 21-28).
Nótese cómo en la narración evangélica se pone continuamente de relieve el hecho de que Jesús, cuando "ve la fe", realiza el milagro. Esto se dice expresamente en el caso del paralítico que pusieron a sus pies desde un agujero abierto en el techo (cfr. Mc 2, 5; Mt 9, 2; Lc 5, 20). Pero la observación se puede hacer en tantos otros casos que los evangelistas nos presentan. El factor fe es indispensable; pero, apenas se verifica, el corazón de Jesús se proyecta a satisfacer las demandas de los necesitados que se dirigen a El para que los socorra con su poder divino.
Una vez más constatamos que, como hemos dicho al principio, el milagro es un "signo" del poder y del amor de Dios que salvan al hombre en Cristo. Pero, precisamente por esto es al mismo tiempo una llamada del hombre a la fe. Debe llevar a creer sea al destinatario del milagro sea a los testigos del mismo.
Esto vale para los mismos Apóstoles, desde el primer "signo" realizado por Jesús en Caná de Galilea; fue entonces cuando "creyeron en El" (Jn 2, 11). Cuando, más tarde, tiene lugar la multiplicación milagrosa de los panes cerca de Cafarnaum, con la que está unido el pre-anuncio de la Eucaristía, el evangelista hace notar que "desde entonces muchos de sus discípulos se retiraron y ya no le seguían", porque no estaban en condiciones de acoger un lenguaje que les parecía demasiado "duro". Entonces Jesús preguntó a los Doce: '¿Queréis iros vosotros también?'. Respondió Pedro: "Señor, ¿a quién iríamos? Tú tienes palabras de vida eterna, y nosotros hemos creído y sabemos que Tú eres el Santo de Dios" (cfr. Jn 6, 66-69).
Así, pues, el principio de la fe es fundamental en la relación con Cristo, ya como condición para obtener el milagro, ya como fin por el que el milagro se ha realizado. Esto queda bien claro al final del Evangelio de Juan donde leemos: "Muchas otras señales hizo Jesús en presencia de los discípulos que no están escritas en este libro; y éstas fueron escritas para que creáis que Jesús es el Mesías, Hijo de Dios, y para que creyendo tengáis vida en su nombre" (Jn 20, 30-31).
Juan Pablo II
Los "milagros y los signos" que Jesús realizaba para confirmar su misión mesiánica y la venida del reino de Dios, están ordenados y estrechamente ligados a la llamada a la fe. Esta llamada con relación al milagro tiene dos formas: la fe precede al milagro, más aún, es condición para que se realice; la fe constituye un efecto del milagro, bien porque el milagro mismo la provoca en el alma de quienes lo han recibido, bien porque han sido testigos de él (...)
Jesús subraya más de una vez que los milagros que El realiza están vinculados a la fe. "Tu fe te ha curado", dice a la mujer que padecía hemorragias desde hacia doce años y que, acercándose por detrás le había tocado el borde de su manto, quedando sana (cfr. Mt 9, 20-22; Lc 8, 48; Mc 5, 34). Palabras semejantes pronuncia Jesús mientras cura al ciego Bartimeo, que, a la salida de Jericó, pedía con insistencia su ayuda gritando: "¡Hijo de David, Jesús, ten piedad de mi!" (cfr. Mc 10, 46-52). Según Marcos: "Anda, tu fe te ha salvado" le responde Jesús. Y Lucas precisa la respuesta: "Ve, tu fe te ha hecho salvo" (Lc 18,42).
Una declaración idéntica hace al Samaritano curado de la lepra (Lc 17, 19). Mientras a los otros dos ciegos que invocan a volver a ver, Jesús les pregunta: "«¿Creéis que puedo yo hacer esto?». «Sí, Señor»... «Hágase en vosotros, según vuestra fe»" (Mt 9, 28-29).
La mujer cananea no cesaba de pedir a ayuda de Jesús para su hija "atormentada cruelmente por un demonio". Cuando se postró delante de Jesús para implorar su ayuda, El le respondió: "No es bueno tomar el pan de los hijos y arrojarlo a los perrillos." (Era una referencia a la diversidad étnica entre israelitas y Cananeos que Jesús, Hijo de David, no podía ignorar en su comportamiento práctico, pero a la que alude con finalidad metodológica para provocar la fe). Y he aquí que la mujer llega intuitivamente a un acto insólito de fe y de humildad. Y dice: "Cierto, Señor, pero también los perrillos comen de las migajas que caen de la mesa de sus señores". Ante esta respuesta tan humilde, elegante y confiada, Jesús replica: "¡Mujer, grande es tu fe! Hágase contigo como tú quieres" (cfr. Mt 15, 21-28).
Nótese cómo en la narración evangélica se pone continuamente de relieve el hecho de que Jesús, cuando "ve la fe", realiza el milagro. Esto se dice expresamente en el caso del paralítico que pusieron a sus pies desde un agujero abierto en el techo (cfr. Mc 2, 5; Mt 9, 2; Lc 5, 20). Pero la observación se puede hacer en tantos otros casos que los evangelistas nos presentan. El factor fe es indispensable; pero, apenas se verifica, el corazón de Jesús se proyecta a satisfacer las demandas de los necesitados que se dirigen a El para que los socorra con su poder divino.
Una vez más constatamos que, como hemos dicho al principio, el milagro es un "signo" del poder y del amor de Dios que salvan al hombre en Cristo. Pero, precisamente por esto es al mismo tiempo una llamada del hombre a la fe. Debe llevar a creer sea al destinatario del milagro sea a los testigos del mismo.
Esto vale para los mismos Apóstoles, desde el primer "signo" realizado por Jesús en Caná de Galilea; fue entonces cuando "creyeron en El" (Jn 2, 11). Cuando, más tarde, tiene lugar la multiplicación milagrosa de los panes cerca de Cafarnaum, con la que está unido el pre-anuncio de la Eucaristía, el evangelista hace notar que "desde entonces muchos de sus discípulos se retiraron y ya no le seguían", porque no estaban en condiciones de acoger un lenguaje que les parecía demasiado "duro". Entonces Jesús preguntó a los Doce: '¿Queréis iros vosotros también?'. Respondió Pedro: "Señor, ¿a quién iríamos? Tú tienes palabras de vida eterna, y nosotros hemos creído y sabemos que Tú eres el Santo de Dios" (cfr. Jn 6, 66-69).
Así, pues, el principio de la fe es fundamental en la relación con Cristo, ya como condición para obtener el milagro, ya como fin por el que el milagro se ha realizado. Esto queda bien claro al final del Evangelio de Juan donde leemos: "Muchas otras señales hizo Jesús en presencia de los discípulos que no están escritas en este libro; y éstas fueron escritas para que creáis que Jesús es el Mesías, Hijo de Dios, y para que creyendo tengáis vida en su nombre" (Jn 20, 30-31).
Juan Pablo II
jueves, 6 de marzo de 2008
Heraldos del Evangelio
Heraldos del Evangelio es una Asociación Privada Internacional de Fieles de Derecho Pontificio, la primera que fue erigida por la Santa Sede en el tercer milenio, dado con ocasión de la fiesta litúrgica de la Cátedra de San Pedro (el 22 de febrero) en el 2001.
Compuesta predominantemente por jóvenes, esta Asociación está presente en 57 países. Sus miembros practican el celibato y se dedican íntegramente al apostolado. Viven en residencias des-tinadas específicamente para hombres o para mujeres.
Alternan la vida de recogimiento, estudio y oración con actividades de evangelización en las diócesis y parroquias, poniendo especial empeño en la formación de la juventud.
Su espiritualidad está cimentada en tres puntos esenciales: la Eucaristía, María y el Papa. Estos puntos están representados con destaque en el blasón que los distingue.
Su carisma los lleva a procurar actuar con perfección, a la búsqueda de la pulcritud, en todos los actos de la vida cotidiana, incluso estando en la intimidad.
Por ver en la cultura y en el arte eficaces instrumentos de evange-lización, los Heraldos habitualmente echan mano de la música, tanto en las voces como en los instrumentos.
De esta manera, varios coros y bandas sinfónicas han sido consti-tuidos por los Heraldos, con el fin de llevar su mensaje de fe, incentivo y confianza a la humanidad actual.
El principal conjunto musical de estos neo-evangelizadores –el Coro y Banda Sinfónica Internacional- fue constituido en São Paulo con personas oriundas de varias naciones, habiendo realizado ya desplazamientos por ciudades, estados, países e continentes, presentándose en iglesias, auditorios y estadios repletos de gente con sed de belleza y de espiritualidad.
El origen de los Heraldos del Evangelio se remonta a los años 50, cuando un grupo de jóvenes comenzaba a reunirse para cantar, conversar y rezar.
Tres nombres merecen ser especialmente recordados entre sus fundadores:
Rvdo. P. Juan Scognamiglio Clá Díaz, actualmente Presidente General, fundador de numerosos grupos juveniles, conocedor de filosofía y teología y amante de la música.
Rvdo. P. Pedro Paulo Figueiredo, Consejero General en la actualidad, orientador de almas y experimentado animador de grupos eclesiales.
Dr. Carlos Alberto Soares Corrêa, en estos momentos Secretario General de la institución, conferencista e historiador
Rvdo. Padre João Scognamiglio Clá Díaz
Rvdo. Padre João Scognamiglio Clá Díaz
Nació en la ciudad de São Paulo, Brasil. Desde los primeros años escolares, procuraba organizar con sus colegas de estudios un movimiento que diese a los jóvenes un sentido moral y virtuoso a su existencia. Ingresó en las Congregaciones Marianas y también en la Orden Tercera del Carmen. Fue un activo líder universitario católico en los años que precedieron a la revolución de la Sorbonne en mayo de 1968. Estudió Derecho en la prestigiosa Facultad de la Plaza de San Francisco, en São Paulo, a la vez que perfeccionaba sus conocimientos musicales con el célebre maestro Miguel Arquerons, regente de la Coral Paulistana del Teatro Municipal de aquella localidad.
Durante el servicio militar, hecho en la Compañía de Guardias, recibía una de las mayores condecoraciones brasileñas por su disciplina y aprovechamiento: la "Medalla Mariscal Hermes - Aplicación y Estudio". Realizó arriesgadas proezas como paracaidista en numerosos saltos.
En los estudios teológicos se esmeraba aprendiendo con los grandes catedráticos de Salamanca (España), como el P. Arturo Alonso Lobo OP, el P. Marcelino Cabreros de Anta CMF, el P. Victorino Rodríguez y Rodríguez OP, el P. Esteban Gómez OP, el P. Antonio Royo Marín OP, el P. Teófilo Urdánoz OP y el P. Armando Bandera OP. Como muestra de profundo agradecimiento hacia sus maestros, divulgó la biografía de algunos de ellos, con ediciones en España y en los Estados Unidos, por ejemplo: "Antonio Royo Marín, maestro de espiritualidad, brillante predicador y famoso escritor" o "P. Cabreros de Anta CMF, firme pilar del Derecho Canónico en nuestro siglo".
Preocupado siempre por la formación de la juventud, organizaba numerosas actividades culturales de clara inspiración católica, y también centros de acogida. En 1970 iniciaba una experiencia de vida comunitaria, con el fin de dedicarse mejor al apostolado, en un antiguo inmueble benedictino de la ciudad de São Paulo. El movimiento de evangelización se había desarrollado de tal manera que en el año 2001 la Santa Sede lo reconocía como Asociación Internacional de Derecho Pontificio, los Heraldos del Evangelio, que hoy extiende sus actividades a 57 países.
En todos los ambientes donde el P. Juan Clá actúa se destaca por su testimonio de Fe, siempre vivida y transmitida con alegría. Dotado de una admirable oratoria ha dado conferencias en varios auditorios de Europa y de las Américas, donde demostraba una habilidad en infundir en los corazones el entusiasmo por las verdades de la Fe, un ánimo para practicar las virtudes y una certeza de la victoria de la Santa Iglesia Católica en la guerra contra el materialismo, el hedonismo y el relativismo de nuestros días.
Posee un fino talento musical que le ha facilitado la fundación de más de 30 coros y bandas sinfónicas -incluso una orquesta- en dos decenas de países. Actualmente dirige el Coro y Orquesta Internacional de los Heraldos del Evangelio que ya ha realizado varias giras por Europa y las Américas en importantes iglesias y teatros.
Su ardiente deseo por evangelizar lo han llevado a escribir algunas obras que obtuvieron gran difusión, con tiradas de centenas de millares de ejemplares (algunos de los cuales llegó a superar el millón) y han sido publicadas además del portugués, en español, inglés, italiano, francés, polaco y albanés: "Fátima, aurora del tercer milenio", "El Rosario, la oración de la paz", "Sagrado Corazón de Jesús, tesoro de bondad y de amor", "Medalla Milagrosa, historia y celestiales promesas", "Via Crucis", "Jacinta e Francisco, predilectos de María", "Los Misterios Luminosos del Rosario", "Oraciones del día a día", son algunas de ellas. Tres libros merecen especial mención a causa de las labores previas de investigación: "Madre del Buen Consejo", "Doña Lucilia" y "Comentarios al Pequeño Oficio de la Inmaculada Concepción".
Es miembro de la Sociedad Internacional Tomás de Aquino y de la Academia Mariana de Aparecida, entre otras. Ha sido condecorado en varios países por su actividad cultural y científica, como, por ejemplo, en México al recibir la Medalla de Ciencias de este país. Desde el año 2002 publica regularmente los comentarios al Evangelio en la revista "Heraldos del Evangelio" en sus ediciones portuguesa, española e italiana.
Para mayor información visite:
http://www.joaocladias.org.br/
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